miércoles, 23 de diciembre de 2015

UNA VIDA PLENA PARA TODOS

Tanto la juventud, como la adolescencia, la adultez y la tercera edad, tienen sus aspiraciones de más o menos nivel pero cada persona de estas cuatro generaciones merecen una vida plena, esto quiere decir, una vida donde puedan cumplir sus sueños, disfrutar de su entorno, de sus costumbres y tradiciones, siempre acompañados.


" La familia es escuela para la dignidad del ser humano, porque es en
su clima de amor donde normalmente se descubre el valor que cada uno
tiene como persona. Todos son necesarios en la familia: los niños, los
jóvenes, los adultos y los ancianos. Cada cual ha de ocupar su puesto
en ella, entre el afecto de los demás y en una relación de intercambio y
enriquecimiento. Los ancianos representan la sabia experiencia, madurada en el
corazón de una larga, intensa y abnegada vida, y por eso han de tener
un lugar de honor en la convivencia familiar.
Aunque ahora estén en el declinar de la vida, es precisamente en su
debilidad cuando más necesitan del cariño y de la estima de los suyos.
Es el momento de recoger todo el afecto y toda la dedicación que ellos
pusieron hacia sus hijos, cuando estos se asomaron a la vida y eran
también frágiles y necesitados de ayuda y afecto.
Es verdad que esto supone a veces un gran sacrificio, porque las
circunstancias económicas o de habitabilidad del hogar lo hacen difícil,
pero no podemos olvidar que todos hemos de sacrificar algo en la
convivencia en favor de los demás. No vale decir: "Cada cual tiene
derecho a vivir su vida". No se vive aisladamente, sino en la recíproca
donación de los unos hacia los otros.
No obstante, si no es posible que los ancianos convivan en el hogar
familiar, es necesario que los suyos establezcan formas de cercanía, de
cariño, de reconocimiento y de cuidado".



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